Monumento al Lobo

Amado, odiado y temido. Muchos sentimientos en torno a este animal, contrapuestos en la mayoría de los casos.
La casi desaparición del lobo en el Parque Natural Sierra Norte de Sevilla se debe, en gran medida, a los cambios producidos en la sociedad rural española. No hace tanto tiempo los pueblos eran lugares de peregrinación desde los diferentes cortijos repartidos por todas las fincas. La población vivía esencialmente del trabajo en el campo, bien cuidando al ganado o bien faenando en tareas agrícolas. La presencia humana en el campo hacía que siempre hubiera alguien cerca en el caso de ataques de lobos.
Con su fiel acompañante; el mastín, un perro de grandes dimensiones pero muy ágil, capaz de hacer frente a un lobo, ataviado con su “collar lobuno”, una especie de collarín metálico con púas que lo protegían de los letales mordiscos en el cuello de los lobos, los ataques eran repelidos, tanto en la noche como por el día. El pastoreo era muy habitual, “el zagal” acompañaba al ganado y lo guiaba, impidiendo que se saliera de la finca, ya que antes no estaba vallado el campo.
Eran comunes los encuentros entre lobo y ganado, pero ahí estaba el mastín, normalmente varios por piara, para espantar a los lobos. Como dato curioso mencionar que a la única raza de perro al que el lobo no le planta batalla es al mastín y prefiere huir antes de entrar en combate.
Como se ha mencionado había una convivencia, tensa, pero convivencia entre humanos y lobos. Esta convivencia se rompe con el éxodo rural de los pueblos a las ciudades. Los campos se despueblan y se hace necesario poner alambradas para controlar al ganado, ya que ya no es posible atenderlo de forma permanente y hay que dejarlo suelto en el campo, sin la compañía del pastor. Es cuando se produce un conflicto de intereses entre hombre y bestia y se comienza una caza descontrolada del cánido.
Perseguido ha de refugiarse en lugares inaccesibles en los que la comida pronto escasearía y provocando ataques suicidas al ganado en busca de alimento que provocaría la desaparición definitiva del lobo en estas latitudes. La sociedad en general es responsable de estos cambios impuestos en la conducta de los animales. En ningún caso hay que cargar toda la culpa en los habitantes de los pueblos, dueños de fincas, etc. Es un debate largo y complejo y la recuperación del lobo pasa por remar todos en una misma dirección, aportando lo necesario para ello. No solo los ganaderos deben cargar con esta responsabilidad.